Hacia 1910, en los Estados Unidos, el suplemento dominical a todo color con viñetas y cómics de temáticas diversas era ya un elemento más de la prensa, al punto de que no tardó en generar sus primeras creaciones de elevado nivel artístico.
Tal fue el caso de la primera gran obra maestra del cómic, Little Nemo in Slumberland, del dibujante Winsor McCay (1869-1934), que publicaba el rotativo New York Herald, y que más allá de la incuestionable calidad técnica de sus viñetas, o su elaborada narrativa visual, destacaba por la florida imaginación de su creador.
Cubierta de Little Nemo in Slumberla